ESPACIO DE LA PRÁCTICA DOCENTE I
1º AÑO PROFESORADO DE FILOSOFIA
Es necesario, tanto para nosotros, los aspirantes a Profesores de Filosofía, como para cualquier aspirante a cualquier profesión, ya sea que esté relacionado con el ámbito educativo o no, el repreguntarse por cuestiones que se relacionan con el futuro lugar de trabajo.
Estas cuestiones a las que me refiero, en nuestro caso, tienen que ver por una parte, con la enseñanza específica de la Filosofía en la escuela y por otra parte, con la relación entre la disciplina y el imaginario social respecto a ella. En esta tarea que se nos asigna es indispensable además -aprovechando el espacio de reflexión que la Filosofía nos otorga- repensar a la Filosofía en sí.
Es evidente que la enseñanza de esta disciplina no es una tarea para nada sencilla, merece análisis y reflexión profunda, especialmente para aquellos que nos vamos a dedicar a la docencia. Es pertinente que al reflexionar sobre la enseñanza de la Filosofía, podamos tomar los legados que la tradición nos deja y trasladarlos a nuestra actualidad, es decir, una especie de “inspiración en la tradición” para hacer docencia en el siglo XXI.
Una vez ahondado en la herencia que la filosofía nos dejó y relacionando tales con la realidad contemporánea, podremos sacar algunas conclusiones al respecto.
* * * * *
Desde la Antigüedad, la enseñanza de la Filosofía ha sido un asunto tanto complejo como interesante. Dar cuenta de la gran diferencia, a lo largo del tiempo, de aspectos como los espacios físicos de intercambio, la legitimación de sus conocimientos, la importancia que se le otorga y hasta los fines de la materia, nos dan un dato sobre la complejidad de la Filosofía, y de la enseñanza de la misma.
Diferentes ámbitos han sido testigos de esta actividad: desde la plaza pública en la Antigua Grecia hasta las Instituciones educativas, como Universidades y Escuelas del día de hoy.
Situémonos en la Antigua Grecia. Probablemente el carácter de los griegos ha sido un factor muy importante para el tipo de enseñanza filosófica de esa época, la cual se caracterizaba principalmente por el diálogo: “ las investigaciones filosóficas se hacían colectivamente, se reunían para vivir una “vida común” y establecían entre sí no solamente una solidaridad de pensamiento sino de costumbres y de vida en un intercambio continuo de dudas, dificultades y de investigaciones”, según Nicolás Abbagnano en el Tomo I de su libro ‘Historia de la Filosofía’. Es importante recalcar la importancia que tenía la palabra, la voz en esa época. La democracia (creada en esta época a la que nos referimos) implicaba la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos y la igualdad de ellos, y para esto, ser un experto en el arte de expresarse (como se refiere Theodor Adorno respecto a la filosofía en ‘Educación para la emancipación’) era digno de elogios.
Vemos aquí, que Aristóteles problematiza el objetivo de la educación, como más adelante lo haremos en este trabajo: ¿‘educación de la inteligencia o educación del corazón’? Otra visión clara que presenta Aristóteles es la del objetivo de la educación: educación para formar un buen ciudadano. A lo que cabe preguntarse, en caso de tener este mismo punto de vista ¿qué clase de ciudadano debe formar la escuela? ¿Enseñar a reproducir ciertas conductas ‘válidas’ y acatar normas y pautas sociales o a elegir crítica y autónomamente?
Retomando nuestro camino por la historia de la filosofía, nos situamos en la Edad Media. Es en esta época donde nace un nuevo espacio físico de transmisión del conocimiento: las universidades. Otro rasgo que marca este período es la consolidación de la Iglesia. Estos dos rasgos, otorgan a la filosofía y a su enseñanza características particulares: la filosofía se ubica subordinada a la religión, Philosophia ancilla theologiae -“la filosofía es sierva de la teología”-, la razón como servidora de la fé.
Al obtener este sentido, los saberes filosóficos se ven limitados y vigilados, los conocimientos que se transmitían en las universidades están legitimados por la Iglesia, quienes veían a la universidad desde dos enfoques antagónicos: como la posibilidad de difundir la verdad cristiana por todo el mundo o una inagotable fuente de errores, como afirma Etienne Gilson. Podemos analizar entonces, que en esta época la filosofía sufre una decadencia considerable en cuanto a su importancia, la cual será enfatizada con otros argumentos, unos siglos más tarde en la Modernidad.
El objetivo principal del hombre moderno, es la liberación. “Se trata de liberar al hombre de la naturaleza, de las pasiones y, al mismo tiempo, liberarlo de las tinieblas (…).Según la fórmula de Voltaire, (las tinieblas) es la superstición.
Voltaire no era antirreligioso, probablemente tampoco ateo, pero era enemigo de la superstición, de esa forma de recaída de la religión en el fanatismo y el oscurantismo. En esta época nace, contra la teología sagrada, que se funda únicamente en la Biblia, una teología que se esfuerza por razonar sobre Dios únicamente con las fuerzas de la experiencia. Finalmente, el aspecto político es el eje más importante: se trata de liberar al hombre de la tiranía. Tiranía de las costumbres, tiranía de las instituciones arcaicas que no convienen ya a la nueva civilización material puesta en práctica, tiranía de los poderes. En esta empresa los filósofos de las Luces van a reclutar aliados entre los mismos soberanos”, comenta Chatelet en ‘Una historia de la razón’. Esas ‘tinieblas’ y ‘supersticiones’ a las que se refiere Chatelet, es la religión, la cual había marcado el período anterior. El hombre moderno pretende deshacerse de toda superstición para no volver a reincidir en errores como en un pasado había ocurrido. La humanidad debe dejar de lado toda explicación sobrenatural de la verdad, para acceder a ella mediante otros métodos.
Tomando esta premisa de buscar la verdad, fue en ese tiempo en que la ciencia se volvió un arma imprescindible para esta meta, por lo que la filosofía quedó a un lado a la hora de priorizar disciplinas.
Uno de los filósofos que marcó el pensamiento moderno, fue Kant, quien se refería a la liberación o autonomía del hombre como ‘Ilustración’ o ‘salida de la minoría de edad’; en palabras de Kant:” La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.” Teniendo en cuenta este legado que nos deja la Modernidad, de pensar el hombre como sinónimo de autonomía racional… ¿podríamos adjudicarle a la educación el fin de guiar al educando para obtener la ‘independencia de la conducción de otro’, como dice Kant? ¿No sería acaso, la filosofía indispensable en ese fin? Filosofía y libertad van de la mano. Un ejemplo de esto es, regresando a Kant, la descripción que hace en ‘El conflicto de las Facultades’ respecto de las facultades superiores (la de derecho, medicina y teología) respecto a la inferior (la de filosofía): las superiores estaban influenciadas por el interés que el gobierno tiene en ellas por estar relacionadas directamente con el pueblo, mientras que la facultad de filosofía, tenía la libertad y obligación de vigilar los saberes que se transmitían en las demás facultades.
Diferentes ámbitos han sido testigos de esta actividad: desde la plaza pública en la Antigua Grecia hasta las Instituciones educativas, como Universidades y Escuelas del día de hoy.
Situémonos en la Antigua Grecia. Probablemente el carácter de los griegos ha sido un factor muy importante para el tipo de enseñanza filosófica de esa época, la cual se caracterizaba principalmente por el diálogo: “ las investigaciones filosóficas se hacían colectivamente, se reunían para vivir una “vida común” y establecían entre sí no solamente una solidaridad de pensamiento sino de costumbres y de vida en un intercambio continuo de dudas, dificultades y de investigaciones”, según Nicolás Abbagnano en el Tomo I de su libro ‘Historia de la Filosofía’. Es importante recalcar la importancia que tenía la palabra, la voz en esa época. La democracia (creada en esta época a la que nos referimos) implicaba la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos y la igualdad de ellos, y para esto, ser un experto en el arte de expresarse (como se refiere Theodor Adorno respecto a la filosofía en ‘Educación para la emancipación’) era digno de elogios.
En este contexto surgen dos estrategias que marcan a toda
la filosofía: la interrogación socrática y el diálogo. La interrogación es
utilizada por Sócrates, un filosofo ateniense que se dedicaba a conversar con
sus conciudadanos, para hacerlos pensar y ver el conocimiento que en realidad
tenían sobre lo que creían conocer. El
diálogo es, según Chatelet “ un juego de preguntas-respuestas argumentadas con
la posibilidad, para cada uno de los interlocutores, de intervenir con el fin
de solicitar explicaciones suplementarias, para exigir una prueba realmente
satisfactoria." Uno de los pensadores que han utilizado este método para
presentar sus ideas en sus obras, es Platón, discípulo de Sócrates y maestro de
Aristóteles. Platón buscaba de este modo, construir una argumentación que no
sea sólo la mera opinión, sino que se encuentre en el nivel del concepto o
idea. Estos dos pensadores criticaban a los sofistas, quienes para ellos, eran
detestables personajes que se dedicaban a quitarle el dinero a los ciudadanos
pretendiendo enseñar la virtud y la sabiduría. En realidad, muchos autores se
refieren a ellos como intelectuales que sabían hablar, maestros de elocuencia y
política, que enseñaban a tener el dominio del lenguaje, lo cual era
indispensable en esa época, como dijimos anteriormente, para poder participar
de los asuntos públicos.
Uno de los filósofos con mayor relevancia en la
Antigüedad, que defiende la importancia de la palabra y la educación para ser
un buen ciudadano, es Aristóteles: “No puede negarse, por consiguiente, que la
educación de los niños debe ser uno de los objetos principales que debe cuidar
el legislador. Dondequiera que la educación ha sido desatendida el Estado ha
recibido un golpe funesto (...). Lo que es común debe aprenderse en común y es
un error grave creer que cada ciudadano sea dueño de sí mismo, siendo así que
todos pertenecen al Estado (…) Es muy esencial saber con precisión lo que debe
ser esta educación, y el método que conviene seguir. (…) están muy lejos de
ponerse de acuerdo sobre lo que los jóvenes deben aprender para alcanzar la
virtud y la vida más perfecta. Ni aun se sabe a qué darle preferencia, si a la
educación de la inteligencia o la del corazón”
Vemos aquí, que Aristóteles problematiza el objetivo de la educación, como más adelante lo haremos en este trabajo: ¿‘educación de la inteligencia o educación del corazón’? Otra visión clara que presenta Aristóteles es la del objetivo de la educación: educación para formar un buen ciudadano. A lo que cabe preguntarse, en caso de tener este mismo punto de vista ¿qué clase de ciudadano debe formar la escuela? ¿Enseñar a reproducir ciertas conductas ‘válidas’ y acatar normas y pautas sociales o a elegir crítica y autónomamente?
Retomando nuestro camino por la historia de la filosofía, nos situamos en la Edad Media. Es en esta época donde nace un nuevo espacio físico de transmisión del conocimiento: las universidades. Otro rasgo que marca este período es la consolidación de la Iglesia. Estos dos rasgos, otorgan a la filosofía y a su enseñanza características particulares: la filosofía se ubica subordinada a la religión, Philosophia ancilla theologiae -“la filosofía es sierva de la teología”-, la razón como servidora de la fé.
Al obtener este sentido, los saberes filosóficos se ven limitados y vigilados, los conocimientos que se transmitían en las universidades están legitimados por la Iglesia, quienes veían a la universidad desde dos enfoques antagónicos: como la posibilidad de difundir la verdad cristiana por todo el mundo o una inagotable fuente de errores, como afirma Etienne Gilson. Podemos analizar entonces, que en esta época la filosofía sufre una decadencia considerable en cuanto a su importancia, la cual será enfatizada con otros argumentos, unos siglos más tarde en la Modernidad.
El objetivo principal del hombre moderno, es la liberación. “Se trata de liberar al hombre de la naturaleza, de las pasiones y, al mismo tiempo, liberarlo de las tinieblas (…).Según la fórmula de Voltaire, (las tinieblas) es la superstición.
Voltaire no era antirreligioso, probablemente tampoco ateo, pero era enemigo de la superstición, de esa forma de recaída de la religión en el fanatismo y el oscurantismo. En esta época nace, contra la teología sagrada, que se funda únicamente en la Biblia, una teología que se esfuerza por razonar sobre Dios únicamente con las fuerzas de la experiencia. Finalmente, el aspecto político es el eje más importante: se trata de liberar al hombre de la tiranía. Tiranía de las costumbres, tiranía de las instituciones arcaicas que no convienen ya a la nueva civilización material puesta en práctica, tiranía de los poderes. En esta empresa los filósofos de las Luces van a reclutar aliados entre los mismos soberanos”, comenta Chatelet en ‘Una historia de la razón’. Esas ‘tinieblas’ y ‘supersticiones’ a las que se refiere Chatelet, es la religión, la cual había marcado el período anterior. El hombre moderno pretende deshacerse de toda superstición para no volver a reincidir en errores como en un pasado había ocurrido. La humanidad debe dejar de lado toda explicación sobrenatural de la verdad, para acceder a ella mediante otros métodos.
Tomando esta premisa de buscar la verdad, fue en ese tiempo en que la ciencia se volvió un arma imprescindible para esta meta, por lo que la filosofía quedó a un lado a la hora de priorizar disciplinas.
Uno de los filósofos que marcó el pensamiento moderno, fue Kant, quien se refería a la liberación o autonomía del hombre como ‘Ilustración’ o ‘salida de la minoría de edad’; en palabras de Kant:” La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.” Teniendo en cuenta este legado que nos deja la Modernidad, de pensar el hombre como sinónimo de autonomía racional… ¿podríamos adjudicarle a la educación el fin de guiar al educando para obtener la ‘independencia de la conducción de otro’, como dice Kant? ¿No sería acaso, la filosofía indispensable en ese fin? Filosofía y libertad van de la mano. Un ejemplo de esto es, regresando a Kant, la descripción que hace en ‘El conflicto de las Facultades’ respecto de las facultades superiores (la de derecho, medicina y teología) respecto a la inferior (la de filosofía): las superiores estaban influenciadas por el interés que el gobierno tiene en ellas por estar relacionadas directamente con el pueblo, mientras que la facultad de filosofía, tenía la libertad y obligación de vigilar los saberes que se transmitían en las demás facultades.
* * * * *
Hemos hecho un breve repaso por la tradición filosófica y hemos tomado aquellos legados que nos ha dejado para poder implementarnos en nuestra futura labor, para ver la importancia de la filosofía a lo largo del tiempo, comprender los fines de la filosofía como disciplina y comparar estas características de su historia con su situación social actual.
Tomamos el diálogo y la interrogación socrática como posibles métodos; la elocuencia sofistica; la importancia de la educación para Aristóteles; hemos diferenciado la relevancia y objetivos de la filosofía en los distintos períodos y los ‘quienes’ de legitimación de los conocimientos que se han transmitido a la hora de enseñar saberes filosóficos –en la Antigüedad, el maestro, en la Edad Media, la Iglesia, en la modernidad, la razón misma- y la relación Filosofía-libertad… es hora de problematizar la situación actual de la filosofía.
Nos encontramos en una sociedad en la que el tiempo es oro. Se buscan soluciones simplicistas, inmediatas y cortoplacistas, que se ven traducidas desde la intimidad del hogar –al comprar un artefacto que en menos de medio segundo lava, plancha, cocina, toma fotografías, tenga acceso a internet y si es posible, que lleve a los hijos al colegio- hasta negocios internacionales o políticas de Estado –por ejemplo, aquellos de los que se obtienen millones de dólares por día explotando el medio ambi
ente
Por otra parte, el exceso de información por la utilización de los medios de comunicación que consumimos es también una característica de nuestra sociedad: desde la televisión que nos cuenta la cuestión social de lugares que se encuentran al otro lado del planeta –cuando a veces, ni siquiera, conocemos lo que sucede a la vuelta de nuestro hogar- hasta Internet disponible a toda hora y en teléfonos móviles, para buscar noticias, información resumida en ‘Wikipedia’, curiosidades del mundo del espectáculo hollywoodense y más.
Los logros científicos, traducidos a los beneficiosos resultados tecnológicos que ayudan a ahorrarnos esfuerzos en nuestro paso por este mundo, hacen de la ciencia la deidad de la sociedad.
Estas son algunas características (entre muchas otras) que podemos analizar de nuestra sociedad actual, es entonces cuando es relevante preguntarnos… ¿qué lugar puede llegar a ocupar la filosofía en un contexto como éste? ¿Cual es su sentido? ¿Es posible incentivar el pensamiento filosófico en la escuela?
Dice Theodor Adorno, en su obra ‘Educación para la emancipación’, respecto a la relación entre ciencia y filosofía:”Cuando se opera de acuerdo con las reglas científicas, cuando se obedece el ritual científico, cuando se ayuda a la ciencia, se cree erróneamente estar a salvo. La aprobación científica se convierte en sustitutivo de esa reflexión espiritual sobre lo factico en la que debería consistir la ciencia”. En acuerdo con Adorno, dice Fernando Savater al respecto de la relación entre estas disciplinas:” ¿Quién sabe de verdad lo que hay que saber sobre el mundo y la sociedad? pues los científicos, los técnicos, los especialistas, los que son capaces de dar informaciones validas sobre la realidad (…) En la actualidad, las ciencias pretenden explicar cómo están hechas las cosas y cómo funcionan, mientras la filosofía se centra más bien en lo que significan para nosotros. (…) La filosofía rescata la realidad humanamente vital de lo aparente, en la que transcurre la peripecia de nuestra existencia concreta. La ciencia brinda soluciones, es decir, contestaciones que satisfacen de tal modo la cuestión planteada que la anulan y disuelven. (…)Los avances científicos tienen como objetivo mejorar nuestro conocimiento colectivo de la realidad, mientras que filosofar ayuda a transformar y ampliar la visión personal del mundo de quien se dedica a esa tarea”.
Es entonces cuando la filosofía toma la finalidad de hacernos reflexionar al respecto de la realidad que nos rodea, de deternos en aquellas situaciones que nos dejan perplejos, por asombrarnos de ellas, ya sea por la fascinación que nos remiten o por cualquiera que sea la razón, intentar abstraer de la cotidianeidad algunas circunstancias y replanteárnoslas. Considerar como irrelevantes los avances tecnológicos, sería un acto de hipocresía de nuestra parte –más aun, considerando que estas palabras están siendo tipeadas en una computadora-, pero darles el lugar que corresponden tratando de equilibrar esta consideración con una reflexión pertinente, para evitarnos la auto enajenación de nuestros atributos de hombre racional: me refiero que por querer facilitar nuestras tareas y disminuir esfuerzos, la tecnología nos quita un poco de humanidad.
Entonces… ¿Cuál es el objetivo de la filosofía? Dice Chatelet al respecto, que el filósofo debe extraer elementos de reflexión de otras disciplinas, conectarse con ellas; no debe ser ni instructor ni consejero de la realidad, sino reflexionar respecto de ella. “Los filósofos han transformado el mundo. Lo han querido y lo han conseguido. No directamente, por cierto, sino porque sus ideas han influido sobre las élites y sobre las masas. Las ideas filosóficas se han incorporado en lo real. De lo cual deriva el interés por saber cómo el proyecto filosófico ha nacido y se ha consolidado”. A lo que se refiere con que los filósofos no han transformado el mundo directamente, tiene que ver con el papel que asume la disciplina de no poseer el carácter inmediato que se contrapone a la sociedad actual, como decíamos anteriormente.
Según Savater, el objetivo de la filosofía es interpretar la información que tenemos, relacionarla con otra información que hayamos recibido, poder relacionarla a su vez con la realidad en que vivimos y cómo podríamos actuar frente a la situación así establecida.
¿Es posible motivar a filosofar desde la escuela secundaria? ¿O solo debemos limitarnos a transmitir información sobre el pensamiento de los filósofos de la tradición? es decir, ¿enseñar Historia de la Filosofía o a filosofar?
Adela Cortina, filosofa española, atribuye a la disciplina en la escuela secundaria, la misión de fomentar la reflexión crítica, lo cual implica acostumbrarnos a discernir entre lo que pasa y lo que debería pasar, con una capacidad de argumentación pertinente y forjar ciudadanos que sepan entenderse como libres e iguales,”Que reciban el legado ético de esos valores con la libertad de saber que se los transmitimos porque creemos que son los mejores, pero son ellos quienes tienen que hacer autónomamente sus vidas”. Es decir, ella realiza la misma relación de la que hablábamos anteriormente: Filosofía y libertad, deben ir de la mano. Coincido con Cortina, en que fomentar las capacidades de reflexión y argumentación de nuestros futuros alumnos, respaldada del incentivo por la libertad es sin duda un objetivo que se puede enfrentar desde la filosofía.
Enseñar a filosofar en la escuela secundaria, pero… ¿se puede enseñar a filosofar prescindiendo de la presentación de toda la tradición? ¿Cómo podemos, futuros profesores de filosofía, abordar la enseñanza del filosofar y también de la historia de la filosofía disponiendo de la insignificante carga horaria que se le deja a esta disciplina?
Dice Adorno, refiriéndose a aquellos aspirantes a Profesores de Enseñanza Media en Alemania, de cualquier materia, que deben realizar un examen de Filosofía para poder ejercer dicha profesión: “Se escucha a menudo la queja de que la filosofía sobrecarga a los futuros profesores con una materia mas, y con una materia con la que, por si fuera poco, muchos apenas tienen relación. Los que se irritan por la exigencia de la asignatura de filosofía son los mismos que no ven en la filosofía nada más que una asignatura”. Podríamos tomar esa queja de los aspirantes a profesores y trasladarla a los estudiantes del secundario, quienes muchas veces ven en la filosofía un obstáculo para la acreditación del año lectivo, y por otra parte, cuando se refiere a la filosofía como ‘una asignatura más’, podríamos hacer referencia a quienes elaboran los planes de estudio, otorgándole a nuestra disciplina un mezquino e insignificante espacio de dos horas semanales, lo cual nos da un dato sobre la relevancia que se le da a la filosofía tanto en la educación como a nivel social.
En acuerdo con esta visión, Chatelet describe la situación de la enseñanza filosófica francesa: “Y en el terreno institucional la filosofía recibe golpes muy duros en lo referente a su enseñanza. Si tomo el caso particular de Francia, se reducen las horas consagradas a la enseñanza filosófica en nombre de la rentabilidad, de los imperativos de la formación profesional, repitiendo aquel viejo truco: la filosofía es inútil, es perder el tiempo, en esta época de la producción hay que pensar de otra manera”. No hay que perder tiempo en recapacitar, reflexionar, repreguntarse cuestiones porque el tiempo es oro: hay que producir, progresar.
Como sostiene Adorno refiriéndose a la visión que se tiene de la filosofía empañada por el ideal de progreso que actualmente nutre nuestra sociedad: ”La idea de que hay que salir adelante y progresar en la vida acaba teniendo para algunos un poder tan central e inatacable que nada que pueda ir en contra es tomado seriamente en consideración”, es decir, lo que no implique progreso –podríamos pensar este concepto directamente relacionado con ciencia- no debe ser tomado como importante–como es el caso de la filosofía. ¿Será que la reflexión no es redituable?
Bibliografía utilizada
-Abbagnano, N. (1994) Historia de la Filosofía. Tomo I. Barcelona, Hora S.A.
-Adorno, T. (1998) Educación para la emancipación. Madrid. Editorial: Ediciones Morata S.L
-Aristoteles. (1985) Política, Barcelona, Orbis.
-Gilson, E. (1940) La Filosofía en la Edad Media. Buenos Aires. Editorial: Sol y Luna.
- Savater, F. (1999) Las preguntas de la vida. Barcelona. Editorial: Ariel.)
- Chatelet, F. (1992) Una historia de la razón. Editorial: Editions du Seuil.
-Kant, E. (1784) ¿Qué es la Ilustración? en Filosofía de la historia, Buenos Aires, Nova,
-Cortina, A. (2005) “La filosofía en la escuela” en Diario El País el día 9/05/2005
-Adorno, T. (1998) Educación para la emancipación. Madrid. Editorial: Ediciones Morata S.L
-Aristoteles. (1985) Política, Barcelona, Orbis.
-Gilson, E. (1940) La Filosofía en la Edad Media. Buenos Aires. Editorial: Sol y Luna.
- Savater, F. (1999) Las preguntas de la vida. Barcelona. Editorial: Ariel.)
- Chatelet, F. (1992) Una historia de la razón. Editorial: Editions du Seuil.
-Kant, E. (1784) ¿Qué es la Ilustración? en Filosofía de la historia, Buenos Aires, Nova,
-Cortina, A. (2005) “La filosofía en la escuela” en Diario El País el día 9/05/2005
Julieta Altamirano
Cohorte 2012
Profesorado en Filosofía